Querida Ruth,

La pluma danza sobre el papel en esta noche sombría, en la que el viento susurra secretos al oído de la luna. Es en esta hora de penumbra donde deseo expresar lo que mi corazón siente, aunque las palabras parezcan débiles ante la magnitud de tus virtudes.

Hoy, los caminos se tornaron escarpados y los destinos se enredaron en marañas de adversidades. Sin embargo, en medio de la tempestad, tu resplandor nunca se desvaneció. Tu luz, querida mía, sigue brillando con una fuerza que desafía la oscuridad más densa.

No es necesario enumerar las aflicciones del día; lo que importa es tu grandeza. Tu mera presencia convierte lo más arduo en algo trivial, lo que aflige a otros, a ti te parece nimio. Es en esos momentos cuando se revela tu verdadero valor, cuando tu cabeza se alza con dignidad ante las vicisitudes.

Permíteme asegurarte que, aunque mi ayuda pueda parecer insignificante, mi compañía será eterna. Desde hace un tiempo inmemorial, sabes que nunca te dejaré sola. En las horas oscuras y en los momentos de luz, siempre estaré a tu lado, con el compromiso de velar por tu bienestar hasta que el último suspiro escape de mis labios.

Eres más que una mujer, mi amada, eres la personificación de la grandeza. Tu esencia irradia un resplandor que eclipsa las estrellas y tu corazón late con la fuerza de mil soles. Nunca olvides que eres la mejor entre las mejores, la más sublime creación del universo.

Con todo mi amor,
Alfredo